Imaginaba esto. Lo veía venir. Estaba cantado que cualquier día podía pasar y al final pasó. Cuando uno está tumbado, sentado o como quiera que esté frente al televisor a las tantas de la madrugada buscando yo que sé a través del zappìng, de vez en cuando uno se queda mirando al presentador o presentadora como alucinado al ver el trabajo que realizan. Hablar y hablar incitándote a que llames al teléfono de las mentiras. Intentando provocar una riada de llamadas que alimenten las arcas de su verdugo. Para ello, muchos y muchas, tal vez sin darse cuenta, ponen en escena los mas ridículos argumentos para que caigas en la trampa como ellos cayeron. Muchas veces lo único que me producen es una tremenda lastima. Indifencia. En ocasiones, vergüenza ajena.
Pero ahí están esos programas, puntuales cada noche a la cita de las miserias. Arengando con miles de euros fotocopiados en la esquina de la calle a que cambies tu vida miserable tan solo por una llamada. Una simple llamada. Solo eso hace falta para cambiar tu cutre existencia. Y no sé si muchos o pocos acceden a tan "extraordinario" ágape de "millones", lo cierto que prácticamente todas las cadenas de tv tienen uno de esos programas "obámas" que cambiaran tu vida. Por algo será no crees ?. Pero esta manera de exponerte a los miserables televidentes tiene un precio, estoy seguro de ello. No se si estos "actores" o "charlatanes" al uso, algún día alcancen un "prime time" en la parrilla tonta del salón o la cama, pero lo que está claro es que hay que tener mucha necesidad ( cosa real actualmente en casi todos ), tener mucha cara, no tener escrúpulos o simplemente tener mucha paciencia.
Esto último se acerca mas a mis cábalas. Pero no todo el mundo vale para estar continuamente incitando a que llamen al "teléfono de la esperanza" y que no llame nadie. O lo que es peor, que llamen como cebo los propios compañeros. Este trabajo o lo que sea, puede llegar a romper el sosiego de tu salón, tu cama, o simplemente un momento en la noche de nadie. Vean a una persona a punto de acabar con la vida de un simple artilugio llamado teléfono.