Cuando eso suceda o no, lee de nuevo el libro de las reglas de oro o las de sangre y te darás cuenta de que te ha mentido de nuevo. Que solo eras un peón, un comodín, la alternativa. Y así fue. Amigos, una vez una jefa hija de perra que tuve, me dijo algo que con el tiempo descubrí era verdad.. Las empresas no tienen alma. Esto es más verdad que la sangre que atraviesa en este preciso momento mi aorta. La otra noche mis ojos no querían forman un dúo y cerrarse a los acordes de la bella durmiente, y acudí a mi compañera, la radio, con ella llego a la muerte diaria. Me despierto en la sala de maternidad rodeado de voces que me invitan a seguir, recordándome con pitidos exactos que llego la hora de partir de nuevo a lo de siempre. A la rutina inevitable..O no. Quien sabe. Escuchaba a un hombre contar su historia. Tenia mas o menos el medio siglo, estaba casado y tenia dos hijos. El era un ejecutivo de alto standing. Una buena casa, un buen coche, un sueldo excelente, unos niños maravillosos. Una mujer a su medida. En fin algo envidiable para todos aquellos que desean una vida así...supongo. De la noche a la mañana su empresa decide cerrar el negocio y despedir a todos sus trabajadores, como así hace.
Cuando recibe el premio a su tributo, su cuerpo sufrió el colapso del despojo y de repente las alarmas de su mundo comenzaron durante el trayecto de siempre y buscaba el antídoto fantasma. Este hombre durante seis meses salía cada día de su casa a la misma hora, con la misma cartera, y su colección de trajes. Se iba a ninguna parte, se sentaba en un banco como este y se acordaba de cuando lo veía en la prensa en su despacho 114 del piso 26, donde estaban sus empresas de alta standing. Allí pasaba las horas, entre sitios para sentarse y kilómetros de asfalto. Cuando era el hombre diez del despacho 114, comía prácticamente siempre fuera de casa, ya saben, comidas de empresa, con clientes etc. Por eso siempre a la hora en punto se mezclaba a las puertas de aquella iglesia, esas eran ahora sus reuniones. La fila perfecta en los comedores sociales. Recordaba la sensación que sintió la primera vez como algo indescriptible. Los demás le miraban extrañados al verle con esos trajes a juego de sus carteras y sus zapatos. El sentía la más absoluta de las vergüenzas. Ocho meses aguanto la farsa. Un día leyendo el diario vi. su nombre en las paginas de sucesos. Decía que recogió de su casa a su mujer y a sus dos hijos y desapareció. Nunca más se supo del ejecutivo del despacho 114. Dos meses después, en una casa de campo que tenían a las afueras de la ciudad encontraron a toda la familia muerta. Estaban en el garaje de la casa dentro del coche. Olía mucho a gasoil y lo más curioso o extraño es que la música que salía del coche era la sinfonía del nuevo mundo. ¿ Curioso no ?.